Las estadísticas no son todo

Si eres aficionado al baloncesto, seguramente conoces la grave lesión que hace unos días se produjo el base español de los Minnesota Timberwolves, Ricky Rubio. No he podido evitar sentirme triste por lo sucedido y por él en particular. Siempre creí en sus posibilidades en la NBA y en como sería capaz de abrirse camino con rapidez y brillantez tal y como ya hizo Pau Gasol hace unos años.

La media temporada de Ricky nos ha deparado acciones espectaculares y victorias en una franquicia hasta ahora devaluada. No sólo ha sido el juego del español lo que ha traído esas victorias, sino algo más. Ricky, con sólo 20 años, ha llevado la ilusión a sus compañeros, a todo un equipo, a una ciudad y, sorprendentemente, a toda la NBA.

Podría hablar de su humildad, de su sinceridad o de sus habilidades con el balón, todo ello cualidades personales tanto innatas como desarrolladas, pero contagiar la ilusión requiere de algo más, necesita de las dos partes, del contagiado y del contagiador además de muchas pequeñas gotas de ilusión que llenan un vaso que al desbordarse lo inunda todo.

Quizás eso sea la ilusión, una miríada de gotas que van calando hasta no poder valorar cual es la más importante, qué es lo que hace imparable esa avalancha de sentimientos en la que uno mismo se sume. Ese poder de transformación es algo inherente al trabajo en equipo. Yo mismo lo he sentido, afortunadamente, unas cuantas veces en mi vida. Mejor dicho, yo mismo he formado parte de algo ilusionante unas cuantas veces en mi vida.

Tener momentos así en tu vida profesional o personal hace que se salten barreras que en cualquier otra ocasión dudarías en intentar saltar. Contar con un equipo ilusionado no sólo es implicación y metas compartidas, es algo más, es sinergia en estado puro, es la posibilidad de saltar mucho más lejos de lo que los propios miembros del equipo pensaban que podrían saltar.

Pero conseguir un equipo ilusionado no son matemáticas. Son todas y cada una de esas gotas que poco a poco van sumando al todo. Gotas en todos los sentidos, normalmente hay un catalizador inicial, pero luego requerimos del trabajo de todo el equipo. Todos aportan gotas de ilusión hasta desbordar el vaso. Volviendo a nuestro querido Ricky, él prende la mecha, pero luego están sus compañeros, el entrenador, los dueños del equipo y los aficionados. Singular el comportamiento de la estrella del equipo, Kevin Love, que lejos de ver competencia en su nuevo compañero se convierte en su aliado ¿o debería decir se convierten en aliados? ¿quién se alía con quién?

Cómo crear ilusión en un equipo, cómo gestionar un equipo ilusionado, cómo trabajar cuando la ilusión se va. Mi opinión es que las personas y los hechos tienen mucho que ver, pero quizás esté equivocado y todo esto sea como el surf donde las buenas olas aparecen de cuando en cuando y tan sólo hay que permanecer horas en el agua esperando a que llegue ese momento mágico.

Lo que está claro es que la ilusión no sale en las estadísticas ni en los currículums, pero llena los pabellones y mueve las empresas. En estos tiempos donde tan de moda están coaching y mentoring, más debería hablarse de ella.

Fotografía: Joe Bielawa (vía Wikipedia)

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